Esta fue la frase con la que el ministro de Gobierno de la Alemania nazi Joseph Goebbels elaboró su estrategia propagandística. El funcionario de Adolf Hitler consideraba que un modelo comunicacional afianzado en la repetición sistemática transformaría la mentira en realidad, por convertirse -en términos semióticos- en un “verosímil” creíble.
En ese aprovechamiento de una frontera difusa entre la verdad y la mentira, todos los gobiernos de ayer, hoy y siempre, intentaron imponer su discurso sin atender a las profundas tramas culturales que circulan de manera subterránea, en nuestro caso atadas a una voraz tradición de saqueo y conquista, profundizada por las férreas dictaduras que azotaron América Latina en los años setenta. (Ampliar en más información)